El positivismo es un pensamiento filosófico
que afirma que el conocimiento auténtico es el conocimiento científico, y que
tal conocimiento solamente puede surgir de la afirmación de las hipótesis a
través del método científico. El positivismo se deriva de la epistemología que
surge en Francia a inicios del siglo XIX y se extiende y desarrolla por el
resto de Europa en la segunda mitad del mismo. Uno de sus
principales precursores en los siglos XVI y XVII fue el filósofo, político,
abogado, escritor y canciller de Inglaterra Francis Bacon.
Este término “Positivismo” fue utilizado por
primera vez por el filósofo y matemático francés del siglo XIX Auguste Comte,
pero algunos de los conceptos positivistas se remontan al filósofo británico
David Hume, al filósofo francés Saint-Simon, y al filósofo alemán Immanuel
Kant.
Consiste en no admitir como válidos
científicamente otros conocimientos, sino los que proceden de la experiencia,
rechazando, por tanto, toda previa noción y todo concepto universal y absoluto.
El hecho es la única realidad científica, la experiencia, la inducción y los
métodos exclusivos de la ciencia.
Por otra parte el lado negativo del
positivismo, es la negación de todo ideal, de los principios absolutos y
necesarios de la razón, es decir, de la metafísica. El positivismo es una
mutilación de la inteligencia humana, que hace posible, no sólo, la metafísica,
sino la ciencia misma. Esta, sin los principios ideales, queda reducida a una
nomenclatura de hechos, y la ciencia es una colección de experiencias, es la
idea general, la ley que interpreta la experiencia y la traspasa. Considerado
como sistema religioso, el positivismo es el culto de la humanidad como ser
total y simple o singular.
Esta ciencia positiva es una disciplina de
modestia siendo esta su virtud. El saber positivo se atiene humildemente a las
cosas, se queda ante ellas, sin intervenir, sin saltar por encima para lanzarse
a juegos de ideas, no pide causas, sino sólo leyes, y gracias a esta austeridad
logra esas leyes y las posee con precisión y con certeza.
Una y otra vez vuelve Comte, del modo más explícito, al
problema de la historia, y la reclama como dominio propio de la filosofía
positiva. En esta relación se da el carácter histórico de esta filosofía, que
puede explicar el pasado entero.
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